13 ene 2013

La física de la melancolía.

La melancolía es como la gravedad, termina haciéndote caer por tu propio peso.
Desde el principio, desde que esa chispa al hablar con ella te acelera el corazón lo sabes, sabes que tarde o temprano algo saldrá mal, algo prenderá esa llama y poco a poco se consumirá  Sabes que el amor no es para siempre, que no puedes pasear de la mano con ella por las calles de Nueva York, que no puedes bailar un tango en la azotea del Empire State, que no os consumiréis sentados el uno junto al otro, felices, tomados de la mano.
¿Pero que mejor manera de desmostar que el amor es real que arriesgarse sin miedo a equivocarse?¿No es eso el amor? ¿No consiste en eso la pasión  ¿Que muestra mas sincera que la de darlo todo, sin miedo, por la mujer con quien deseas compartir una vida, tu única vida?
Y ahora es cuando me reitero, vuelvo al tema de antes e insisto en que tarde o temprano algo saldrá mal, uno de los dos se fallara, al otro o incluso a si mismo y terminara, se romperá, pedazos al viento, fotos quemadas, lagrimas sobre un edredón, el llanto ahogado en la almohada.
¿Y luego? ¿Que viene después? ¿Que pasa después? Después solo podemos confiar en el recuerdo que hicimos de ella, en lo que en el corazón queda de ella, el rincón oscuro, perdido en la memoria que conserva los besos a escondidas en el portal, los mensajes de madrugada, las sonrisas furtivas, bailar bajo la noche, ayudados por la bebida, bailar, como si la luna os sonriera, como si el mundo terminara con ella.
La melancolía queridos lectores, es la copa después del postre, amarga, ácida  que cae por la garganta, y que si, bebemos en exceso, nos provoca una muy mala digestión. Una mala digestión que a veces dura incluso años, que no se marcha con un adiós, ni con borrar todas las fotos, ni mucho menos intentado olvidar. La melancolía es lo que queda de esa expectativa de que aquella vez era de verdad, de que solo existía ella, de que no se podía querer a nadie mas, y allí queda, allí permanece, muestra de lo equivocado, de lo cegado que llega a estar uno por amor. De que la expectativa del fracaso nunca estuvo visible pero si presente.

No hay peor recuerdo, que el sabor de tus besos.