17 abr 2013

Un día llegaste, te plantaste frente a mi y me dijiste que seria tuyo para siempre, que seria aquel sueño inolvidable que marca una obra, que te marca durante toda la vida. Que era como si hubieran juntado los pedazos de muchos sueños y se hubieran hecho realidad, algo fantástico pero real, algo real que era fantástico.
Te alce como una estatua, te convertí en la columna vertebral que regia mi vida, y un día el viento soplo en la dirección opuesta y te llevo con el. En tan solo un día  con un solo soplo del viento todo se fue, todo quedo vació  todo se lo llevo el aire. Sin embargo no hubo tiempo para despedidas.
Llevo 9 meses componiendo despedidas, construyendo conversaciones que nadie escuchara nunca, formando palabras que nunca se pronunciaran. 9 meses gestando una despedida, dándole vida a un adiós.
Nunca nadie me pregunto si quería que te fueras, de hecho nunca quise verte marchar, prefería escribir cartas de amor al recuerdo muerto del amor, a la flor marchita que antes endulzaba con su olor nuestra pasión  prefería pensar que aunque la flor estuviera muerta aun brotarían un débil tallo de las raíces.
Pero en mi ingenuidad me equivocaba pensando que volverías, que el viento o tus pies te traerían conmigo, ya tan solo quedan las cenizas, las hojas marchita que a veces trae el viento.
Y ahora, 9 meses después nace la despedida, doy a luz al adiós  me despido de tu amor, de esos besos y de esa compañía que me hacías en la cama. Entierro lo versos, los besos de buenas noches, los buenos días mirándote sonreír. 9 meses cavando la tumba en la que enterrar junto a los poemas que la cavaron nuestra despedida, nuestro adiós.

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