20 mar 2011

Un primer amanecer.

Antes del amanecer, una estrella cae.
Abandono el cielo de la misma forma en la que nos abandona la esperanza.
Como un fugaz rayo de luz que jamás podremos olvidar.
El llora, con la botella en la mano y un insoportable olor a alcohol. Llora, se lamenta por las manchas que quedaron en el, las manchas que nunca desaparecerán, las manchas que siempre le dejaran marcado. En la otra mano un cigarrillo, toma una calada, exhala el humo, le quema la garganta. Balbucea palabras que solo él entiende, se voltea, observa inmóvil el cadáver de la que fue su mujer tirado en la cama, mira las marcas de dedos en su cuello, el sabe lo que ha hecho, se lamenta por ella, quizás demasiado. Vuelve a exhalar tras una nueva calada, un nuevo trago, largo, capaz de abrasarle las entrañas, se limpia los restos de la bebida de los labios. El sabe lo que hará ahora, es lo más claro que ha tenido nunca, mira a la ventana y observa como una estrella cae, derrama lágrimas de nuevo. Lanza la botella contra el suelo, creyendo poder callar así las voces que en su cabeza le piden que se juzgue de nuevo, que no se perdone una vez más, que no se engañe. Se sienta en la cama, toma el arma de su juicio firmemente, e introduciendo el cañón en la boca llama al juez. Sus esperanzas y quizás lo poco que quedaba de su juicio se esparcen en la cama junto con lo que un día fue lo único que lo mantenía con vida. ¿Su último pensamiento?
Quien sabe, quizás el miedo a pagar por siempre o sufrir con un perdón que nunca llegara.

No hay comentarios:

Publicar un comentario